Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Aquí se escribe sobre artes visuales, pero sin la mirada del crítico o del académico.
Aquí, mediante el microscopio de la poesía o el telescopio de la prosa, se le sigue la pista a numerosos grabados, oleos o dibujos a lápiz y esto nos permite a apropiarnos, por instantes, de la sorpresa de una mancha de tinta o del horizonte de una veladura.
Aquí se sube o se desciende por cuerpos, encuadres o paisajes, y de una manera, uno se va prendiendo de las telas, de piezas de cerámica o de los claroscuros de las fotografías.
Aquí la ilusión se aparece con su óptica y así se facilita nuestro a la obra de Francisco Toledo, Vicente Rojo, Arturo Rivera, Teresa Cito, Manuel Álvarez Bravo, Gustavo Pérez, entre otros.