Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Road novel, como las célebres de Jack Kerouac o José Agustín, Yerba americana cuenta el viaje de los miembros de un oscilante triángulo amoroso primero por tierras mexicanas y después por Estados Unidos. Concebida y filmada como guión de cine antes de convertirse en novela, Yerba americana transcurre no sólo por esa razón como una película: tiene esa tensión entre objetividad de lo visible y narración subjetiva. Es un relato rápido a la vez que profundo, que en su travesía recorre la amistad, el amor, la muerte, el sexo, la maternidad, la religión, el racismo y las fronteras.La ruta que de la ciudad de México parte hacia Real de Catorce para enfilar a Nueva York y más tarde a California es también el correlato de las itinerantes figuras del deseo --el que Pato siente por Andrés y Andrés siente por Ecuador--, pero también ese anhelo de los mexicanos por la potencia económica de los Estados Unidos, por la posesión no sólo de su bienestar sino de la cultura pop que todo permea. Y al final, las figuras del deseo son refiguraciones de lo cinematográfico: Ecuador, Pato y Andrés se hacen eco de parlamentos que todos recordamos de películas o de sueños.Para quien ha leído antes a Pablo Soler Frost, una noticia: no ha leído nunca a este Pablo Soler Frost. Para quien no lo haya leído, es difícil imaginar una puerta más generosa hacia su obra que esta novela personalísima.