Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Después del orgasmo, un orgasmo lento, sincopado, que viene anunciándose en todas las caricias dadas y las no dadas, María M. y el padre Javier no tienen tiempo para ternuras. El frío nocturno de febrero llega a la vicaría desde el desierto con su manojo de filos cortantes. Se visten de forma ágil, casi gimnástica. El padre Javier guarda el alzacuellos en la bolsa del pantalón. Ya no lo necesita. Aunque no tiene tiempo de confesárlo, el clímax llegó justo después de acariciar el sexo de la mujer con el rostro de Sor Juana impreso en verde.
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