Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Georgina Cebey (México, 1982). Doctora en Historia del arte por la UNAM. Fue becaria de Jóvenes Creadores del Fonca durante el periodo 2015-2016 en el área de ensayo creativo. Textos suyos han sido publicados en Letras Libres, Bitácora Arquitectura, Arquine, Código, Nexos y Tierra Adentro, entre otros medios.
La modernidad suele anunciarse con voz triunfante y gestos que pretenden abarcarlo todo. En el caso de nuestro país, la Revolución marcó la llegada de una nueva era, en la que la arquitectura desempeñó un papel crucial. A través de monumentos, urbanizaciones, creación de plazas públicas y edificaciones de todo tipo el Estado mexicano buscó materializar su ideología y propagar su visión social.
Sin embargo, a la hora de hacer el recuento persisten los fracasos en la narrativa oficial. Con este punto de partida, Georgina Cebey hace una radiografía de algunas iniciativas emblemáticas, como el Monumento a la Revolución, el Metro Insurgentes, el Museo de Arte Moderno, la Torre Latinoamericana y la Cineteca Siglo XXI, entre otros. Cada uno de los casos nos habla de un momento político particular, pues el objeto arquitectónico además de ser espacio es tiempo, experiencia humana y, sobre todo, memoria.