En Nueva España hubo, desde sus inicios, no sólo circulación de libros y transmisión oral de su contenido, sino también producción en aumento constante. De ellos tenemos abundantes testimonios en documentos y ejemplares en archivos y bibliotecas de adentro y fuera del país. Fueron libros impresos en el virreinato novohispano desde 1539 y, principalmente publicaciones llegadas de Europa.