Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Vivimos en un planeta maravilloso. Somos afortunados si podemos tomarnos el tiempo para admirar su belleza, contemplar sobrecogidos su majestuosidad y mostrarnos agradecidos por todo lo que nos regala. Pero la mayoría de nosotros, ocupados como estamos, correteamos por la superficie y omitimos dos importantes dimensiones: la profundidad y el tiempo.
Preguntémonos por un instante qué hay bajo nuestros pies.La Tierrano yace simplemente como un bloque de cemento esperando que pasemos caminando por encima, sino que es un planeta vivo y dinámico. Rocas sólidas se desplazan con la deriva de los continentes, estallan volcanes y el manto profundo se agita lentamente. Las rocas que se hallan debajo de la superficie tampoco están al cubierto de los procesos que se desarrollan encima. El agua, el aire y la propia vida están en constante interacción dinámica con la geología. Sin océanos no tendríamos continentes; sin vida, no tendríamos la atmósfera o un clima en que pudiéramos vivir.