Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
El poeta, ensayista y filólogo Ernesto de la Peña (ciudad de México, 1927), nos ofrece en este libro una relectura personal de la inagotable obra cervantina El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Con su acostumbrada pulcritud de estilo y concepto, De la Peña nos participa sus hallazgos de lector y las reflexiones que le despierta esa notable narración, vigente desde hace cuatro siglos.Así pues, estamos ante la invitación que hace un lector a otros lectores, en un diálogo sin condicionesni rigideces, ya que De la Peña está lejos de proponer una lectura normativa del Quijote, ni su escritura ha dependido de los abrumadores estudios académicos que día a día ha aparecido durante el presente año y que tenderán a dispersarse luego de cumplida la celebración.La sinrazón sospechosa se halla "en el arreglo final, intencionado y deformante, que el Caballero dio a sus vivencias y a sus anhelos", lo que procuró a De la Peña el título de este ensayo. Según sus palabras, "el título que decidí poner en estas divagaciones puede sonar a blasfemia, pues parece poner en tela de juicio la total sinceridad del Caballero, si se acepta que su cabal extravío, su sinrazón, es la razón única que lo guía por la vida y que, a fin de cuentas, lo inmortaliza".