Cinco comunistas, entre ellos una mujer, son deportados a las Islas Marías, como lo fue el propio autor cuando era muy joven. Junto a ellos, los demás inasimilables de la sociedad, personajes perpetuos de la obra revueltiana prostitutas, homosexuales, rateros. Los lisiados que fungen como esbirros completan el cuadro anómalo en que Revueltas pone en escena por primera vez sus dos compromisos el político y el literario.
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