Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Ahora es la tierra caliente michoacana, el escenario dónde Mauricio Magdaleno hace vivir a sus personajes con la maestría y vigor que le conocemos desde que inició con Campo Celis (1935) su brillante carrera de novelista. Y su tema es el conflicto sicológico producido por el mestizaje. Pero no el de español e india, más estable, y núcleo ahora de nuestra nacionalidad, sino uno de esos mestizajes fortuitos que, por menos comunes, pueden dar lugar a complejos explosivos: el de italiano e india. Cabello de Elote, el apodo, para ella: ominoso, de la protagonista, da también título a la novela. Fue el dulce nombre que en su ternura rural le dio su madre india, cuando tuvo en sus brazos por vez primera a la criaturita blanca y de cabellos rubios, que le deparó el encuentro inesperado con don Felipe Galeri, el colono italiano.