Percibimos en Emma ecos sofocados de un drama íntimo que la buena educación impide
manifestar de una manera más clara. Esa prosa sencilla, elegante, natural, tiene una transparencia
engañosa, su limpidez sugiere que no contiene nada más que lo que vemos, y disimula
púdicamente secretos que no han dejado de intrigar a sus lectores.