La densa tragedia de errores que envuelve a la persona y la obra del ruso Boris Pilniak comienza apenas ahora, a casi medio siglo de su muerte, a dispararse. Creyó siempre que la revolución constituía el único camino para encontrar a Rusia. En 1937, sin embargo, fue enviado a un campo de castigo en el norte de Siberia, acusado de ser un agente trotskista y espía al servicio de Japón. Murio allí, al parecer en 1941, en 1956 se le eximió de culpas. No obstante, su obra no pudo publicarse en su país hasta 1978, en un volumen donde faltaban algunos relatos fundamentales, entre ellos "Caoba".