Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
Receurdos de El Chamberín, un extenso e infrecuente poema sobre tema charro, es en realidad una suerte de preludio y coda de la gran novela mexicana que Luis G. Inclán (1816-1875) abordó en las páginas de Astucia, su única novela. Resuelta en décimas -"abominables", en opinión del historiador Carlos González Peña, o la menos no más que los versos de Martín Fierro, a juicio de Salvador Novo, esta pieza es una sentida e informada epopeya, digna de atención por venír de quien viene. A su modo, recupera varios momentos culminantes de la intensa vida en el campo mexicano -una vida en buena medida desconcertante, aun en el siglo XIX, a los ojos de alguien más bien ya hecho a las costumbres de la ciudad, como José Joaquín Fernández de Lizardi-, y redondea el enigmático perfil de un autor como Inclán, quien conoció como pocos los tiempos y las atmósferas del campo nacional.