Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Machado de Assis tenía ya cuarenta años cuando comenzó a publicar las novelas que lo consagrarían. Publicó Memorias póstumas de Blas Cubas en 1880 como folletín por entregas, luego esta novela la publicaría, como libro, en el año siguiente. Escrita en la auténtica escuela de Laurence Sterne y su Tristam Shandy, Machado de Assis, con un estilo en apariencia avejentado, desafía las normas entonces vigentes con sus propios recursos: la temporalidad lineal, la relación entre el narrador y el lector, el carácter didáctico y descriptivo de cierto tipo de novela decimonónica. ¿De qué tratan las memorias de un difunto? A través de una falsa autobiografía, la vida de Blas Cubas nos cuestiona sobre la moral y sus flaquezas, sobre la desigualdad social y la miseria intrínseca de haber nacido en un mundo lleno de inconstancias. Con un pesimismo vital y en tono irónico Machado de Assis hace que un difunto celebre la insípida vida. En esta extraordinaria traducción de Rafael Mesa López, hecha a partir de la cuarta edición en portugués, última versión que corrigiera el propio Machado de Assis, fue elogiada desde su publicación por el sello editorial de los Hermanos Garnier en 1911, sin que llegara a conocer sin embargo futuras ediciones. Esta traducción hace justicia a todo lo que en el original hay de singular y literario. Obra cumbre de la novela, las Memorias póstumas de Blas Cubas fueron escritas para el lector inteligente. Como el propio Machado de Assis lo afirmó: "Con la pluma de la chanza y la tinta de la melancolía".