En el campo del arte hay figuras excepcionales cuya expresión intemporal, a la vez personal y colectiva, y que por ello son capaces de interpretar y eslabonar a compás, con rigor y exactitud, los distintos momentos de la historia social; ello les confiere la condición de portadores del patrimonio ancestral, testigos críticos de su tiempo y visionarios activos en la configuración del porvenir. Tal es la calidad de Federico Silva, artista e ideólogo mexicano, sobrio y audaz, quien ha logrado vivir plenamente ¿en persona y en obra? el tramo central de este vibrante siglo que ahora declina.Por la multiplicidad de sus interés vitales, la tarea y la personalidad de Federico Silva son accesibles desde variadas perspectivas; se puede optar por seguir el trazo de su emoción social y su militancia política, o bien tratar de establecer las motivaciones y precisar los resultados de su búsqueda infatigable de nuevos paradigmas estéticos y nuevos materiales; sería sugerente explorar la manera como recupera, transforma e impulsa arcanos patrones plásticos de significado trascendente. Sin soslayas esas facetas, resulta preferible observarlo desde un ángulo que acaso permita adentrarse en las causas profundas de los agobios que sufre la nación en esta hora, y en las posibilidades reales de forjar un proyecto capaz de imprimirle vigor y viabilidad.