En El justo castigo, Tejeda se deja atravesar por Máyela y Marcelino, dos hermanos oaxaqueños resignados a una vida mezquina de clase media de provincia cuyo bienestar se escoge irremediablemente a su alrededor. Los dos nos hablan, nos cuentan su imposibilidad de eludir su destino y, sobre todo la incapacidad, la impotencia, para aliarse, para encontrar al otro compañero de desgracia.