Al margen indomable es, en más de un sentido, un viaje hacia las fronteras del individuo y, por tanto, de su lenguaje y experiencia; un viaje que, al cruzar y destacar con singularidad los umbrales de lo estrictamente personal y perceptivo, avanza sobre una materia cada vez más inestable, imbricada y cambiante. Lejos de una atmósfera de abstracciones conceptuales, el texto se construye y crece -a la manera de un ritual- en los eventos, en el escenario físico y virtual, espacioso y constante: la orilla del mar abierto, la línea indefinida, bullente, interminable.El poema se nos presenta, deliberado, como un conjunto huidizo por la velocidad y naturaleza de sus imágenes, por su visión atemporal y simultanea; sin embargo, las descargas, las corrientes que emergen de esta sustancia, a todas luces es un estado primigenio, guarda una unidad entrañable: la trasfiguración, el dolor, la gracia de sentir, ahondar en los misterios de la vida y en los de la expresión.