Enrique Fierro es un poeta que abraza el misterio en vez de compartirlo. Su gesta poética no es una búsqueda de claridad sino el juego de quien ya aprendió a morir y, así, desprendió a servir (según Montaigne). En poemas compactos y eléctricos, Fierro juega, canta, se divierte, experimenta, hace y deshace: es el amo y soberano de un orbe poético tan modesto como arriesgado, tan sencillo como endiablado, tan ingrávido como profundo. Una poesía libérrima descoyuntada, cuyo objetivo acaso sea nunca alejarse de la sorpresa ni acomodarse a nuestras expectativas. Una poesía consistente de que la risa y el juego son expresión de la sabiduría.