Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
En los poemas de Antonio López Mijares (Guadalajara,
Jalisco, 1951) se ha venido desplegando –sin prisa, sin pausa– una voz que
apuesta por la hondura y la transparencia.
Ya en su libro anterior, “Felicidad en los suburbios claros” (1990),
Antonio había fijado el rumbo con una brújula acompasada en los veneros de
Vallejo, Guillén, Girri. Con ellos había
aceptado los riegos de un decir poético que sopesa con extremo cuidado, con
extrema pasión también, la gravedad de cada palabra. “Rehacerse, deshacerse”, podría ser ahora la
divisa de “La casa transparente2, un volumen en el que recoge sus poemas
escritos en los últimos diez años. Al
recorrer el libro resulta estimulante constatar cómo la inicial aventura de esa
voz hallada por López Mijares ha ganado en concentración y fuerza
expresiva. Mediante una reflexión tenaz –no
exenta de una fina ironía–, vuelta la palabra sobre sí misma, se adentra
necesariamente en la zona de tolvaneras en que se gesta la poesía. Antonio sabe que la luz sólo puede verse
cuando se le rodea de la sombra necesaria.
Así en este libro donde vemos surgir, entre la aparente inmediatez de
los actos humanos y los comunes utensilios, la presencia que está siempre más
allá de lo decible. [JORGE ESQUINCA]
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