La historia de la arquitectura contemporánea en México recurre con frecuencia a esquemas explicativos según los cuales, casi todos los avances y progresos en ese arte hay que buscarlos primero en los países industrializados y seguirles la pista; después, dentro de nuestras fronteras. Esto sugiere, trátese de paradigmas espaciales o tecnológicos, que casi todo se inventó en otras latitudes y aquí simplemente se asumieron o, en el mejor de los casos, se adaptaron esas influencias.Es el caso de las tres obras que aquí se presentan. Su autor no caerá en el olvido porque sus realizaciones están ahí, casi intactas, y muestran su indudable genio y su capacidad creativa en un siglo en el que hubo mucho de ambas cosas.Enrique de la Mora y Palomar nació en Guadalajara en 1907. A su padre, Manuel de la Mora, también arquitecto, se le deben algunos edificios notables del inicio de este siglo; entre otros, el primero provisto de ascensor en esa ciudad. La familia De la Mora se mudó a la capital del país y Enrique, muerto ya su padre, comenzó sus estudios profesionales en 1927 en la Escuela Nacional de Arquitectura, ubicada en la antigua Academia de San Carlos. Formó parte de una generación a la que pertenecieron Enrique Yáñez, Augusto Pérez Palacios y José Creixell quienes, andando el tiempo, también destacarían en su profesión.