Alfonso Reyes dijo de Goethe que si pecó por algo fue por querer aplicarlo todo al alcance de los sentidos, negándose a la mano oscura de la matemática o a las abstracciones filosóficas, y agregó: "nunca quiso pensar en el pensamiento, sino sólo en las cosas". Con su jugosa exposición, Alfonso Reyes nos pinta la existencia, obra y contorno del genio creador de Fausto.
Dos historias se desarrollan en diferentes escenarios. En la primera, transcurre en el llamado fin del mundo, una misteriosa ciudad amurallada, el narrador y protagonista, anónimo, se ve privado de su sombra, poco a poco también de sus recuerdos, y unicornios cuyo pelaje se torna dorado en invierno. En la segunda historia, en un Tokio de un futuro quizá no muy lejano, un frío y despiadado país de las maravillas el protagonista es un informático de gustos refinados que trabaja en una turbia institución gubernamental, enfrentada a otra organización no menos siniestra en una guerra por el control de la información, sus servicios son requeridos por un inquietante científico que juguetea con la manipulación de la conciencia y de la mente y vive aislado en la red de alcantarillado, una red poblada por los tinieblos, tenebrosas criaturas carnívoras.