Roland Barthes se propone descubrir una estructura en la existencia de Jules Michelet, es decir, desenmarañar la red de las obsesiones del historiador clásico francés, autor de obras ahora imprescindibles como Historia de Francia, La bruja, El pueblo, El insecto, entre muchas otras.En esa red de obsesiones de Michelet han quedado atrapados temas esenciales del devenir humano y del pensamiento, como la mujer, el sexo y el amor; la justicia, el pueblo y la revolución; la muerte y el sueño; la religión y la sangre, etcétera, pero dichos temas no son asumidos en forma abstracta por el historiador y su crítico, sino como florecimientos o pasiones en la vida y en la historia. Roland Barthes ha tejido también una red en esta obra y los fragmentos que recoge de Michelet logran componer de manera cabal el verdadero rostro del historiador.El riguroso método de Barthes hace de Michelet una auténtica creación que nos lleva apasionadamente al conocimiento profundo, en este caso de las ideas fijas que se apoderaron del espíritu de un gran historiador.
En esta obra, conocida como el Segundo Discurso ( el primero sería su Discurso sobre las ciencias y las artes), Rousseau se propone mostrar cómo el desarrollo de la civilización acaba por corromper la felicidad y la libertad natural de los seres humanos al crear desigualdades artificiales de riqueza, poder y privilegio social.En forma de relato histórico, Rousseau reescribe el mito de la caída y se remonta al hombre natural para ofrecer una explicación acerca de los problemas modernos: en los orígenes está la inocencia, la tranquilidad feliz; en el mundo que conocemos, en cambio, imperan la angustia y la negación de nuestra naturaleza. La desigualdad entre los hombres aparece no como una cualidad intrínseca del ser humano, sino que es más bien, nos dice Rousseau, resultado de la institución de la sociedad civil y la propiedad privada.La desigualdadnos lanza, pues, a una carreraincesante por las cosas, el elogio y el reconocimiento en la que nadie gana. A trescientos años de su nacimiento, Jean-Jacques Rousseau sigue siendo un pensador vigente, que nos invita a reflexionar sobre las paradojas de todo orden social.